Aquél 23 de Abril
- Andrea Gutiérrez
- 14 may 2019
- 6 Min. de lectura
La actividad desarrollada en conmemoración del día del idioma, se desarrolló dentro del programa para el día 26 de Abril, preparado por la institución educativa Monseñor Jaime Prieto Amaya. El lugar escogido fue la cancha Vallester, en el barrio La Libertad.
Objetivo
- Resaltar los autores principales durante cada época histórica que marcaron un hito para el día del idioma
- Reconocer la obras más relevante de los autores nombrados
¿Qué se presentó?
Se realizó una obra literaria, a partir del cuento conocido como Alicia en el país de las maravillas para crear una intertextualidad con los autores del día del idioma, por medio de esta estrategia captar la atención de los estudiantes puesto que un dramatizado tiende a ser más significativo para los estudiantes. Se llevó una secuencia histórica con distintos autores pata generar un guion para la obra Alicia y el mundo de los libros
Guion
Guion: El mundo de los libros
Jovencita, no puedes cambiar el pasado; aunque déjame decirte algo: Podrías aprender algo de él. — El Tiempo.
I
(Autor: Miguel de Cervantes Saavedra).
(Alicia entra en escena).
ALICIA: Conejo, ¿conejo dónde estás? Oh, de nada me sirvió la fiesta de no cumpleaños con el sombrerero, no pude encontrar al Conejo Blanco. Sin embargo, debe estar por aquí cerca, en algún lugar…
(Alicia se tropieza con Don Quijote).
DON QUIJOTE: ¡Cuidado, Sancho…! ¿Eres una niña? Pues mira bien por dónde andas, no sabes con qué tipo de peligros puedes encontrarte en estos lugares.
ALICIA: Lo siento, señor. ¿Lo he lastimado?
DON QUIJOTE: En absoluto, lo que sucede es que acabé de salir de una feroz batalla que me ha dejado maltrecho; pero, no me quejo del dolor, porque a los caballeros andantes no nos es dado quejarnos de herida alguna.
ALICIA: Ah, bueno. ¿Me preguntaba si de casualidad no ha visto pasar por aquí a un conejo?
DON QUIJOTE: Si lo que necesitas es un conejo yo puedo ayudarte a cazarlo. Si bien no es tarea propia de caballeros, como buen vasallo que soy de mi señora la hermosa Dulcinea del Toboso, siempre estoy presto a dar una mano al inocente que lo necesite.
ALICIA: ¡No, no quiero cazar un conejo! Busco a uno en especial. Es de color blanco y… y tiene un reloj. ¿Habrás visto a ese conejo que busco?
DON QUIJOTE: ¿Un conejo con un reloj? ¿Qué clase de disparate es ése? No lo he visto, por supuesto que no. Aunque, ahora que lo recuerdo, estuve hace poco a punto de derrotar a unos gigantes que el sabio Frestón transformó en molinos de viento para quitarme la gloria. ¿No habrá sido que él convirtió a tu conejo en otro molino de viento? ¿Te fijaste bien?
ALICIA: Eso no tiene nada de sentido.
DON QUIJOTE: Pues tiene más sentido que un conejo con un reloj.
ALICIA: Si no ha visto al conejo supongo que lo mejor es seguir mi camino. Adiós, señor…
DON QUIJOTE: Don Quijote de la Mancha, caballero andante, desfacedor de agravios, defensor de inocentes…
(Alicia se aleja y deja a Don Quijote hablando solo).
II
(Autor: Pedro Calderón de la Barca).
(Alicia se acerca a Segismundo).
SEGISMUNDO (Recita el monólogo de la vida es sueño):
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi…
ALICIA: Hola, hola. Buenos días. Qué pena interrumpir tu… bueno, lo que estabas haciendo.
SEGISMUNDO: Era un monólogo. ¿No has oído de mí acaso? Yo soy Segismundo, el que unas veces sueña que es rey y otras que es esclavo. Y justo ahora me cuestiono qué de lo que vivimos es sueño y qué no.
ALICIA: Sí, bueno; te interrumpí porque quería hacerte una pregunta: ¿has visto pasar por aquí a un conejo? Llevaba un reloj consigo.
SEGISMUNDO: ¿Has osado interrumpir mis filosóficas meditaciones por una pregunta tan banal?
ALICIA: No tienes que ser tan rudo conmigo. Además, así son todas las preguntas.
SEGISMUNDO: Eso no es cierto.
ALICIA: Entonces, según tú, ¿qué pregunta no es banal?
SEGISMUNDO: La siguiente (la vida es sueño):
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
(Segismundo da media vuelta y se aleja).
III
(Autor: Francisco de Quevedo).
(Alicia continúa su camino y observa a Francisco de Quevedo).
ALICIA (para sí misma): ¡Ahí veo a alguien! Pero esto de interrogar así a la gente no está funcionando, debería empezar por presentarme.
(Alicia se acerca a Quevedo).
ALICIA: Buenos días, señor. Mi nombre es Alicia.
(Alicia saluda de mano a Quevedo).
QUEVEDO: Buenos días, Alicia. Mi nombre es Francisco de Quevedo. Si hay algo que necesites, no dudes en pedirlo, te ayudaré en lo que pueda. Hoy ha sido un día extraño, he visto pasar personajes muy coloridos por estos parajes.
ALICIA (para sí misma): Por fin un hombre cuerdo que puede ayudarme.
ALICIA (a Quevedo): Precisamente estoy buscando a alguien. ¿Entre esos a los que ha visto, no se encontraba un conejo?
QUEVEDO: Creo recordar a alguien. Sí, sí… pasó hace poco, hace tan solo unos instantes.
ALICIA: ¿¡Era él!?
QUEVEDO: ¡Sí, sí, ya lo recuerdo! (recita el poema a una nariz):
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
ALICIA: No, señor Quevedo. No era un hombre, era un conejo, co-ne-jo. ¡Ah, y tenía un reloj!
QUEVEDO: ¡Eso es! (a una nariz):
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
ALICIA: No era un reloj de sol, sino uno normal y… sabe qué, olvídelo.
(Alicia se aleja).
ALICIA (para sí misma): Debe haber por aquí alguien más que sí pueda ayudarme. ¿Pero de quién hablaba el señor Quevedo?; ¿sería de Don Quijote?
IV
(Autor: Gustavo Adolfo Bécquer).
(Alicia se encuentra con Gustavo Adolfo Bécquer, se dispone a saludarlo, pero él la detiene ofreciéndole unas rosas).
BÉCQUER (recita la rima xxi):
—¿Qué es poesía? —dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul—.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.
ALICIA: Muchas gracias, pero no me interesa saber qué es poesía, lo que quiero es encontrar al Conejo Blanco.
BÉCQUER: Entonces, poesía no eres tú.
(Bécquer le quita las rosas a Alicia).
V
(Autor: José Asunción Silva).
(Alicia continúa su camino y se encuentra con José Asunción Silva).
SILVA (recita el poema ¡oh dulce niña pálida!):
¡Oh dulce niña pálida! Que como un montón de oro
de tu inocencia cándida conservas el tesoro…
ALICIA (para sí misma): ¿Sólo hay poetas por este camino?
ALICIA (a Silva): Perdón por interrumpir, yo soy Alicia.
SILVA: Y yo soy José Asunción Silva, un poeta colombiano.
ALICIA: Sí, lo del poeta me queda claro.
SILVA: Bien, entonces continuaré con mi poema.
ALICIA: No, yo solo quiero saber…
SILVA (¡oh dulce niña pálida!):
a quien los más audaces, en locos devaneos,
jamás se han acercado con carnales deseos…
ALICIA: Señor Silva, ¿no ha visto a un conejo blanco por aquí?
SILVA (no hace caso a Alicia y sigue recitando ¡oh dulce niña pálida!):
tú, que adivinar dejas inocencias extrañas
en tus ojos velados por sedosas pestañas,
y en cuyos dulces labios —abiertos sólo al rezo—
jamás se habrá posado ni la sombra de un beso…
(Alicia se aleja de Silva).
ALICIA (para sí misma): ¿Qué tan difícil es indicarme la dirección por dónde se fue el conejo? Todos aquí están locos.
VI
(Autor: Juan Rulfo).
(Alicia se acerca a Juan Preciado).
ALICIA: Buenos días, mi nombre es Alicia.
PRECIADO: Y el mío Juan Preciado.
ALICIA: ¿Has visto a un conejo?
PRECIADO: Estás aquí, buscando. Yo también busco a alguien. Pero conejos no he visto, y dudo que hayan de esos aquí, en Comala.
ALICIA: El conejo tiene que estar por aquí, en algún lugar. Vengo siguiéndolo.
PRECIADO: Pues yo no lo he visto.
ALICIA: Y tú, ¿a quién buscas?
PRECIADO: A aquél hombre del que se dice es mi padre: Pedro Páramo. Aunque no sé qué tanto puedas saber tú sobre él. Dime, ¿estás muerta?
ALICIA: ¡No, de ninguna manera!
PRECIADO: Tal como lo pensé, no puedes ayudarme. De hecho, ni siquiera estás en el lugar en el que deberías estar.
ALICIA: ¿Cómo que no puedo ayudarte? He hablado con muchas personas el día de hoy. ¿Cómo estás tan seguro de que no me encontré con él?
PRECIADO: Porque estás viva, y mi padre, Pedro Páramo, no lo está.
ALICIA: Pero, ¿cómo esperas encontrarlo si él ya está muerto? ¿Es posible hablar con los muertos? En caso de que lo fuera, tú lo tendrías tan difícil como yo.
PRECIADO: En eso te equivocas.
ALICIA: ¿Por qué me equivoco?
PRECIADO: Porque yo, desde hace unos cuantos días, estoy muerto. Te lo dije, no deberías estar aquí.
(Alicia se llena de espanto y huye de Juan Preciado).
VII
(Autor: Gabriel García Márquez).
(Alicia, asustada, se encuentra con Melquíades).
ALICIA: Hola, señor. Usted se ve como alguien que sabe muchas cosas.
MELQUÍADES: En efecto, he ido a muchos lugares del mundo, y eso me ha enseñado. Me conocen como Melquíades.
ALICIA: ¿Entonces usted sabe a dónde fue el Conejo Blanco?
MELQUÍADES: Oh, claro. El conejo estuvo hace poco por aquí. Le arreglé el reloj. ¿Por qué?, ¿quiere encontrarlo?
ALICIA: Sí.
MELQUÍADES: Entonces, tengo exactamente lo que necesita.
(Melquíades saca un imán de sus objetos).
ALICIA: ¿Qué es eso?
MELQUÍADES: Pues vera, reemplacé unas piezas de hierro viejo del reloj del conejo por un material especial, surgido de la aleación de los siete metales alquímicos y que sólo puede hallarse en una pequeña tribu ubicada a orillas del Brahmaputra, en Asia. Y, justamente, este metal que tengo en mis manos es atraído por el material del que le estoy hablando. Este imán es incluso más potente que el que le vendí a José Arcadio Buendía.
ALICIA: ¿Quién es él?
MELQUÍADES: El líder de un pueblo que se encuentra al noreste de aquí, llamado Macondo.
ALICIA: Me suena familiar… En fin, puede darme el imán para alcanzar al Conejo Blanco.
MELQUÍADES: Regalarlo no, pero puedo venderlo.
ALICIA: No tengo dinero.
MELQUÍADES: También puedo intercambiarlo por algo de valor. ¿Qué objeto tienes que pueda ser de utilidad?
(Tras pensar unos cuantos segundos, Alicia se revisa los bolsillos y saca unas pastillas).
ALICIA: Tengo estas pastillas con las que se puede aumentar o disminuir de tamaño.
MELQUÍADES: Perfecto, el cambió está hecho.
(Alicia toma el imán en sus manos y es arrastrada por él fuera de escena).
FIN

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